Ella salió a comprar. Pensó que un cigarrillo a media mañana le vendría bien. Necesitaba relajarse, no había dormido cómoda. La cama estaba dura y un frío la embargaba.
Se sentó a la orilla de la pileta en el parque, veía a la gente pasar. Le gustaba esa sensación de aire libre rozando su piel.
En ese momento entró el guardia para decirle que era su turno de visita. Cuando estuvo en la sala, vió a su madre, estaba demacrada, avejentada, con el pelo canoso. La abrazó, la besó, y charlaron de la cotidianidad. Antes de irse, la madre le entregó dos cajetillas de cigarrillos y un encendedor de su color favorito.
De pronto vio como las aves se posaban en la pileta para tomar agua. Le dio gusto haber salido.
No quería dormir, la cama era dura, y por las noches sentía frío.
Mientras fumaba junto a la ventana, miraba el cielo entre barrotes. Entonces, fue abordada por un aire libre, que caló cada lugar de su delgado cuerpo. En ese momento, escuchó las aves irrumpiendo en el cielo.
Pensó que cuando estuviese libre, iría al parque.
Por Camila Morán
Espacial
Hace 14 años
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